viernes, 10 de diciembre de 2010

cinco cosas que me ahuyentan de un restaurante

  1. el cambio climático: en invierno es raro que en un restaurante haga tanto calor que haya más agua en mi frente que en mi vaso. pero en verano si que padezco más el aire acondicionado. sobre todo cuando te sientan justo debajo de la salida del aire y no tienes posibilidad de cambiar de mesa. en ese momento, casi siempre acabas jugando a las sillas: todos corremos para no coger esa silla. pobrecito al que le toca
  2. tanto, tanto ruido: debería hacerse una estadística de cuantos platos, copas, cubiertos, etc. se caen al suelo en un restaurante cada cinco minutos. nos asombraríamos. también están las voces de los camareros (de barra, principalmente). muchas veces me ayudan a decidirme por un plato: espero un par de minutos y elijo el plato más oído. y aunque no tienen la culpa directamente, me pregunto yo por qué narices tengo que escuchar las conversaciones de los demás. aunque hay ocasiones que esta práctica tan española ayuda a romper el hielo en tu mesa (si tus acompañantes no son muy habladores)
  3. el que espera, desespera: aunque soy fumador, no suelo fumar entre plato y plato (casi nunca). pero voy a empezar a replanteármelo en algunos sitios. me daría a tiempo a ir al estanco, volver y fumarme un cigarro. el camarero no habría llegado aún. comer también tiene su tempo y lo que se consigue tardando tanto es que a uno se le quiten las ganas de comer. ya imagino que no será la intención de nadie, pero es un detalle para mi esencial
  4. comunicación fiable: si yo le pregunto a un camarero por los ingredientes de un plato, espero que me diga exactamente todos los ingredientes de un plato. soy un poco 'especialito' comiendo y no me gustan las sorpresas (desagradables). me suele ocurrir en los italianos: pregunto por la salsa de tomate (atención: sal-sa-de-to-ma-te). el camarero, muy inteligentemente, me dice que lleva tomate. perfecto: espero una salsa de tomate. pero, ¡sorpresa!, la salsa lleva cebolla. ¿por qué no me dijo el camarero que tenia cebolla la salsa de to-ma-te? repito por si no ha quedado claro: tomate. si esto me ocurre con algo tan básico, imagináos lo que puede ocurrir con un plato más elaborado
  5. sólo cinco minutos más: acabas de comer y quieres estar charlando unos minutos con tus amigos mientras tomas un café o saboreas el postre...pero un camarero te empieza a echar miraditas por encima del hombro. he dicho miraditas pero debería decir miradas asesinas. a los 30 segundos de traerte el café, aparece como una exhalación con la cuenta. pero, ¿es mucho pedir qué me deje estar sentado en su local durante unos minutos? ¿tanto le erosiono la silla? cuantas veces no me habré levantado con la cucharilla todavía en la boca para ir a pagar

2 comentarios:

  1. Por favor, recuento ya de dónde te han pasado todas esas cosas!

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  2. Buff! ¿Quieres que envenen mi comida? Es difícil que uno solo restaurante cometa todas estas tropelías a la vez, pero alguno hay

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